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domingo, 26 de febrero de 2012

Lección de Cultura Dictada por una Experta o una puesta en diálogo entre el video de una artista guerrillera y Nuestra América de José Martí

Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo,
se hunden las manos en la masa,
y la levantan  con la levadura de su sudor.
Entienden que se imita demasiado,
y que la salvación está en crear.
Crear es la palabra de ésta generación

José Martí, 1891

          La artista venezolana Argelia Bravo ha producido el video (no le pongamos aún ningún apellido como documental o videoarte) titulado Curso introductorio de cultura dictado por una experta. Este trabajo incita a volver a preguntarnos por la noción que manejamos de cultura. Vale la pena, al menos hacer el intento de extraer algunas precisiones de esta cargada propuesta, aunque terminemos capturando solo unos pocos de todos los aspectos posibles. Para lograrlas nos planteamos colocar algunas de las sugerencias del video al trasluz del diálogo con algunas ideas de José Martí expuestas en Nuestra América.

Las dicotomías como civilización – barbarie y las expectativas depositadas sobre el progreso y la modernidad sujetadas a los procesos de urbanización,  industrialización, mercado y consumo han provocado que nuestra idea de aquello que es cultura se halla visto radicalmente “desinfectada” de su relación etimológica con la palabra cultivo y, más aún, de las prácticas (y sus complejas implicaciones) relacionadas simultáneamente con el mundo productivo y los ámbitos de lo simbólico, entre el trabajo y el placer o, peor aún, la relación de convivencia (y no de explotadores – explotada) entre los humanos y la naturaleza.

Este video está hecho a partir de un grupo mínimo de preguntas que Bravo utiliza como medio de aproximación con una niña de diez años nativa de Casupo, Estado Miranda, Venezuela. Pero estas preguntas han sido presentadas, como en el cine mudo, a modo de carteles como una especie de señal que deja entender la decisión tomada por la artista de enmudecer para dejar que se escuche con atención otra voz, la de la experta que nos dará una lección de cultura.

Las respuestas espontáneas de esta pequeña demuestran sus elaborados conocimientos sobre la siembra, el uso de los productos de su plantación como alimentos y medicinas, las fases lunares, las técnicas apropiadas para la siembra y el cultivo, y un modo de asumir la vida creativamente a partir de las posibilidades de su lugar y de las enseñanzas ancestrales que le ha transmitido su abuela, a la que siempre menciona.

El video revela también que ya, a su corta edad, esta niña tiene un amplio sentido de pertenencia sobre esa tierra que siembra; habla con afecto y ternura de los frutos de su trabajo pero, además,  tiene una visión crítica sobre el desconocimiento que la gente de la urbe caraqueña tiene sobre los procesos y la procedencia de los alimentos y las plantas medicinales que consume pues, como ella nos indica, apenas se limitan a ser compradores inconscientes y pasivos por lo que, con mucho tino, la niña los llama ignorantes en un momento de la entrevista.

Pero, por qué decimos que es un término tan atinado el usado por esta niña: estos consumidores a los que ella se refiere, generalmente, no solo desconocen de dónde vienen y cómo “aparece” aquello que se llevan a su boca o a su piel para restaurar sus cuerpos sino que, además, son en su mayoría negligentes, no pretenden inquirir en aquello que se puede y debe saber sobre las facultades de la tierra en la que habitan que, por costumbres implantadas por el sistema de mercado, miran con distancia y a manera de postal, desdeñando al campesino y desechando los beneficios de los productos que tienen origen en esa tierra de la que también ellos (los urbanos) son, de una u otra manera originarios, sin poder notar las posibilidades de no ser manipulados por el mercado global, el FMI o las propuestas del TLC, las opciones de humanización que ofrece el  estrechar lazos con ella, y los saberes que esa tierra ha sido capaz de generar.

Este comportamiento tiene siglos engranándose en nuestras mentalidades, en nuestra noción de lo que es culto, y es por eso que José Martí escribía, llamando la atención, en el texto Nuestra América en 1891:

Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de  pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le  acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre de los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. (Martí, 1985: 27)

 Y es justamente sobre esa idea, ese agudo reclamo, que Argelia Bravo ha fecundado sus preocupaciones actuales. Está trabajándolas por medio de un planteamiento que hace entender el lugar de la cocina, por un lado, como un frente de lucha e instrumento particularmente femenino[1] de insurgencia política frente a la esclavitud que le impuso el régimen patriarcal pero que se ve revertido por la capacidad de influencia que las ha hecho empoderarse de ese espacio opacado y, por otro, de decolonización, lo que la artista pretende que se comprenda como una modalidad de guerrilla contra las imposiciones de las transnacionales y el desdibujamiento de las costumbres alimenticias que tan efectivamente vienen ejecutando. Proyecta, recordar que, sobre todo en tiempos de las abuelas, la cocina (y en su ámbito, la extracción directa de los frutos frescos de la tierra) sirvió como lugar propiciador de la cohesión familiar, de un tipo valioso de formación cultural, fundamento de los afectos, medio cotidiano de creación y un camino para el re- conocimiento de las tradiciones. Se trata de la cocina y la alimentación entendidas desde su dimensión cultural. Planteamientos de donde está surgiendo la serie de videos Clase de Cultura Dictada por una Experta.

No querríamos dejar de introducir en esta reflexión sobre otras dimensiones desdibujadas del término cultura un texto de Daniel Mato (pedimos disculpas al lector de antemano por la extensión de la cita que observamos imprescindible e imposible de recortar) que amplía y complementa la dimensión de lo que avizoramos en lo señalado por Martí en Nuestra América y lo sugerido por Bravo a través de su proyecto en relación con el redimensionamiento de lo que estamos entendiendo cuando hablamos de “cultura”:

Numerosos estudios realizados sobre la maquila ponen de relieve aspectos económicos del asunto, así como problemas relacionados con el pago de muy bajos salarios, la contaminación ambiental, los atropellos al personal y los impactos negativos en su salud, que no podemos dejar de mencionar. Sin embargo, en esta oportunidad me interesa poner de relieve algunos aspectos culturales asociados al establecimiento de las maquiladoras. En primer lugar debe tenerse en cuenta que en no pocas ocasiones, para numerosos trabajadores de estas plantas su relación con ellas implica su incorporación -por primera vez- al mercado de trabajo en el marco de una relación estrictamente salarial (e impersonal respecto de la experiencia anterior de algunos de ellos trabajar en pequeñas empresas familiares, o al menos propiedad de residentes “visibles” de la misma localidad), puesto que numerosas maquiladoras emplean como mano de obra asalariada a personas que hasta entonces estaban dedicadas a tareas agrícolas (sólo en ocasiones en el marco de relaciones salariales), o a la costura y otras actividades no-agrícolas, pero de manera artesanal o en pequeñas empresas. Así resulta que estas inversiones inducen cambios muy importantes en la organización del trabajo y en los hábitos de trabajo y de vida de la gente. Estos cambios no sólo tienen que ver con los tipos de tareas que realizan las personas, sino también con que en muchas ocasiones éstas pasan del trabajo individual, en solitario, en pequeños talleres o en la tierra, al trabajo industrial donde muchas personas trabajan bajo un mismo techo, de maneras coordinadas e interdependientes, con rutinas prefijadas, con horarios rígidos, frecuentemente rotativos, en condiciones que muchas veces afectan su salud, además de sus hábitos de vida. Pero no sólo eso: muchas de estas empresas ofrecen empleos que frecuentemente son tomados por mujeres jóvenes (en México 70 % de las trabajadoras de las maquiladoras son mujeres, la mayoría de entre 16 y 24 años de edad; en Guatemala el 90% son mujeres) que hasta entonces no tenían empleo remunerado, sino que participaban en empresas familiares sin recibir remuneración alguna. De este modo se alteran los modos de organización de la vida familiar y también las relaciones de poder en el seno de las familias (estos cambios son significativos, independientemente de si uno los considera positivos para las relaciones intergenéricas o intergeneracionales). También cambian las pautas de consumo de estos trabajadores, el tiempo disponible para alimentarse, los alimentos que pueden preparase o tomarse en ese tiempo, la disponibilidad de efectivo para hacer compras, el tipo de ropa que necesitan o desean usar, los productos de las industrias del entretenimiento por los cuales se interesan, etc.  (Mato, 2000: 9- 10)


Más adelante Mato agrega que esos patrones de consumo modificado han hecho que las familias abandonen sus hábitos de reunión para comer en familia sustituyéndolos por la “solución” de la comida rápida del McDonald que se ha instalado cerca de la maquila convenientemente.

En este marco añadiremos que consideramos que Curso introductorio de cultura dictado por una experta, hecho con una notoria e intencional austeridad de recursos, es una molotov simbólica que hace estallar varios sentidos de los que solo podremos destacar aquí algunos:

·         Está producido desde una voz que concentra simultáneamente a varios sujetos sociales que han sido foco de discriminación, invisibilización, exclusiones, represiones y abusos: alguien del género femenino[2], pero además de diez años (una niña), mestiza, afrodescendiente y campesina pero que, por otro lado, a través de la clase que ella nos dicta, se transforman en voces activas e insurrectas que, de ser atendidas, ofrecen una opción de recomposición de las nociones y sistemas que rodean al término cultura y la cadena de estructuras que lo acompañan. Esta niña se convierte allí en una figura dialogante con el hombre sencillo martiano que, además de estar mucho más allá del estereotipo idílico que anula las posibilidades de los sujetos como locus de enunciación, ofrece la posibilidad de entendernos con mayor claridad y efectividad como nuestroamericanos.

·         El uso de la palabra de esta niña, que está marcado por las características lingüísticas del habla de la gente de campo en la región central venezolana (como por ejemplo el cambio del uso de las erres por el de las eles y algunas expresiones locales), de seguro, representarán dificultades para otros hispanohablantes a la hora descifrar algunas de las ideas que esta niña expone, sin embargo, están llenas de un saber que resulta profundamente conmovedor y un verdadero llamado a la reflexión sobre términos que nos hacen ignorantes en el ámbito del cultivo, los saberes ancestrales y el placer ligado a ese trabajo. Elementos que nuevamente nos hacen pensar en Martí y su reclamo a una intelectualidad que de tanto mirar hacia afuera y tanto procurar un verbo florido se ha vuelto ciega ante el saber de los hombres naturales y las exigencias de estos últimos frente a un intelectual que debería gobernar desde el profundo conocimiento de América (que incluye los saberes de las y los abuelos), aunque es importante decir que aquí la artista que produce el video no pretende colocarse en la posición del intelectual líder sino que se implica en una nueva experiencia como aprendiz de los saberes populares.

·         El rosado sutilmente insertado en el video no es fortuito: Argelia Bravo, al igual que Yves Klein[3] (y su azul Klein) aunque, en el caso de Bravo desde su contrasentido, ha hecho de ese color una huella ligada a la ironía sobre la seducción y la castidad[4] que se suponen apropiadas para las mujeres, se trata de un desarrollado dispositivo de rebelión emergente desde sus cuestionamientos y reflexiones a partir del género. Es el rosado bravo esta vez presente en la tipografía aplicada al video y en el vestido que la niña está usando.

·         Además, la niña encapuchada con el pasamontañas responde a dos necesidades simultáneamente:

1.       La LOPNA (ley orgánica de protección de niños, niñas y adolescentes), en Venezuela, prohíbe la aparición explícita de niños en cualquier medio de difusión.

2.       Argelia Bravo concibe sus propuestas como un medio neoguerrillero desde una complejización de su historia personal desde que nació con la guerrilla (historia ligada a la del país pero escudriñada ahora conscientemente desde lo personal), sus posibilidades actuales y significados ocultos u ocultados. En este caso quiere provocar una discusión entre los hábitos de consumo urbanos y lo que sería su contrapartida subversora  (guerrillera) en la clase de cultura que la niña campesina nos imparte. Posición que vemos muy afín a las palabras de Martí al inicio de Nuestra América "Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra" (Martí, 1985: 26). Esas metáforas de guerra que Martí usa con frecuencia en el texto pero que además se suman a la manera en la que propone vincularse con el terruño, facilitan las asociaciones con el modo en que Bravo está planteando la figura del guerrillero y las capacidades simbólicas de la guerrilla (más que como apología, más que admirando su acción armada, llama la atención sobre la capacidad de la guerrilla en relación con las ideas, preguntas y sacudones semánticos que produce su existencia) unidas a las de las prácticas del cultivo y la cocina que a través de esta niña, encapuchada, sugiere varias rupturas de estereotipos y esquemas naturalizados.

Para finalizar, quizá sea importante decir que no pretendemos una lectura fascinada por la vida de campo, de la vida fuera de la urbe, ni tampoco satanizarnos como habitantes de este ámbito. Queda claro que ni Martí en su momento, ni la autora del video tomaron ese camino tan simple.

Conscientes de las importantes dinámicas y procesos de intercambio cultural que permanentemente estamos experimentando, despojados de simplificaciones o purismos ingenuos, pero dirigidos a una dimensión menos concentrada en la “haute culture” y más atentos a aspectos en exceso desatendidos de nuestro propio acervo, hemos pretendido detenernos en ideas puntuales de un diálogo entre dos latinoamericanos con posición propositiva ante una incompleta comprensión de nuestra cultura incluyendo sus repercusiones políticas, económicas, sociales.

Nos ha quedado mucho por decir, por lo pronto tan solo reiteraremos en que Curso introductorio de cultura dictado por una experta dialoga esplendorosamente con la inversión de valores propuesta por Martí en Nuestra América y se sitúa en el lugar de la larga y compleja tradición que intenta la construcción de un pensamiento latinoamericano, esta vez desde una contemporaneidad que procura retomar ciertas ideas depositadas en el olvido programáticamente por lo que a oídos de los fans del presente, podrían resultar apenas retórica romántica sin aplicación, pero que, con unos sutilísimos giros que toman en cuenta nuestras actuales condiciones y conscientes de nuestros contextos, aparecen como imperativos vigentes y, definitivamente, necesarios de considerar con urgencia de lo cual, artistas contemporáneos de la talla de la venezolana Argelia Bravo se han percatado y que podría entenderse como una evidencia más de que los alardes de superación de los conflictos generados por la incomprensión de nuestras particularidades culturales y sus procesos, promulgados por ciertas corrientes de la posmodernidad, son apenas juguetitos inventados para entretener a los incautos.



Albeley Rodríguez
Quito, 10 de noviembre de 2008


Referencias bibliohemerográficas, audiovisuales y electrónicas


Bravo, Argelia, Clase de cultura dictado por una experta (primer capítulo), Videoarte en formato MiniDv, 10’ 40’’, Caracas, 2008.



____________, Correo electrónico de la artista a quien suscribe, Caracas - Quito, 2008, pp. 4



___________ “Argelia Brava. Reflexiones sobre una acción corporal censurada (la propuesta original tuvo que ser modificada debido a que las autoridades académicas no aceptaron la presentación de desnudos masculinos)”, ponencia presentada en las 2as Jornadas de Diversidad Sexual, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 14- 15. 06.04, en http://www.debatecultural.net/Visuales/ArgeliaBravo.htm



Hernández, Carmen, “Argelia Bravo: La castidad seductora” en: Desde el cuerpo. Alegorías de lo femenino. Una visión del arte contemporáneo, Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2007, pp. 172 – 176 y 203 – 204.



Martí, José, Nuestra América, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1985, pp. 26- 33


Mato, Daniel, “Desfetichizar la Globalización”[5], 2001, en http://www.class.uh.edu/mcl/faculty/zimmerman/lacasa/Estudios%20Culturales%20Articles/Daniel%20Mato1.pdf


[1]
“Intento concebir el proyecto en su conjunto desde una perspectiva de género, tratando de asociar el hecho de la cocina como una actividad que ha esclavizado a la mujer y transformarlo en una acción subversiva, desde el momento en que se contextualiza en la situación global El conocimiento y la práctica de saberes ancestrales es subversivo.” (Bravo: 2: 2008)
[2]
No podemos dejar de apuntar que a pesar de comprender los tiempos en los cuales Martí desarrolló sus ideas, no deja de ser incómodo el percatarnos del discurso masculinista presente permanentemente en Nuestra América.
[3]
Yves Klein fue un artista plástico y performer francés (Niza 28 de abril de 1928 – 6 de junio de 1962) considerado como una importante figura dentro del movimiento neo Dadá. En muchos de sus trabajos Klein cubrió con pintura azul a un grupo de mujeres y las estampó contra el lienzo dejando así la impronta de sus cuerpos desnudos sobre la tela, utilizándolas como si fueran "pinceles vivientes". A finales de los años 50, los monocromos de Klein se centraban en un color azul intenso, que Klein patentó como el International Klein Blue o Azul Klein.
[4]
Carmen Hernández, crítica y curadora de arte contemporáneo latinoamericano es quien precisa en su libro Desde el Cuerpo. Alegorías de lo Femenino (2007) esta noción de seducción y castidad en el trabajo de Argelia Bravo.
[5]
Este artículo fue publicado originalmente en el libro: Daniel Mato (compilador) Estudios Latinoamericanos sobre Cultura y Transformaciones Sociales en Tiempos de Globalización-2, Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y UNESCO, 2001, pp. 147-178