Texto del catálogo de la exposición: Franco
Contreras. Obra Primera XII
Las montañas, la
casa, personajes en apariencia imaginarios a los que habría que temer, animales
domésticos y de corral, el viento, el fuego, los árboles, el silencio, la tierra,
el trabajo campesino… son algunas de las evocaciones presentes en el trabajo de
Franco Contreras, evocaciones que pronto son capaces de transformarse en metáforas
a contrapelo de nuestra apresurada relación con el entorno, o una invitación a
revisar críticamente las prioridades de los actuales modos de vida.
La obra de
Contreras, además de indicar un cálido conocimiento desde los elementos simples
del mundo, parece hacer un llamado al recuerdo de aquello que ha sido opacado
por la ideología del progreso[1]. Este modo de pensar suele
tener vergüenza de lo sencillo, de la tierra, de lo manual pero, al aflorar, aquello
mirado con prejuicio se nos hace cercano e, incluso, necesario. Roberto Guevara
se refería al respecto afirmando que “Contreras fabrica en la simplicidad total
de sus jaulas, troncos y árboles, montañas, animales, corrales y hasta la
“nada”. Se tiene la impresión de estar frente a una obra severa, por
despojamiento y la falta de artificios que no obstante, se entrega sin ambages,
parece formar parte de todo cuanto somos y hemos sido”[2].
El artista ha
venido trabajando acuciosamente con la simplificación formal, la capacidad simbólica
de aquellos precarios materiales que utiliza, la vuelta a los relatos que
develan el legado de sus antecesores, junto con la recuperación de su propia
memoria personal. Desde ahí logra sugerir acercamientos al mundo que allanan
las falsas brechas entre el conocimiento popular y el académico, lo cultural y lo natural, el
arte y la artesanía, con lo cual hace emerger el entretejido habitualmente
invisible de una dinámica de complementariedad entre lo sensible y lo racional,
aunque desde un lenguaje y propuesta estética que mantienen tensa sintonía con
el arte contemporáneo.
Las propuestas
presentadas en esta ocasión por Franco Contreras en la Sala 11 del Museo de Arte
Contemporáneo, muestran instantes sencillos y plenos de poesía, podrían
entenderse como capturas casi fotográficas de los más sutiles momentos de observación
del artista, aquellos que han sido dignos de hacer parte de un acervo
imaginario que, quizá sin proponérselo, se vuelve cuestionador de los
acelerados ritmos de la posmodernidad y sus valores, fortaleciendo imágenes de una
vida cotidiana conectada con una dimensión temporal próxima al territorio de
los sueños.
Tres módulos componen esta muestra
de Franco Contreras que, con el permiso del artista, he titulado:
Dibujos
grávidos o esculturas ingrávidas
Finísimos recortes de láminas de
zinc flotan para sugerir sutil y austeramente la vida del campo y/o la vida
cotidiana desde una mirada abrazada por un asombro inocente.
Aparece en esté módulo de la muestra
una discusión sobre las tensiones entre el dibujo y la escultura[3], entre la extrema levedad
del volumen, la densidad de unas líneas que en sus temblores hacen más que una
mera descripción del entorno y su relación indisoluble con el espacio en el que,
entre luces y sombras, adquieren vitalidad.
Sin embargo quizá lo más estimulante
de esta sección (la más importante en cantidad y posición museográfica) sea
aquella monumentalidad hecha desde la extrema modestia, el pequeño formato y la
intimidad, que interpelan ciertas ideas paradigmáticas sobre la escultura conmemorativa
y sobre el patrimonio como aquello que se le impone a la memoria colectiva amén
de la voluntad de políticos y conocedores, de sus grandes dimensiones, de su
implante en el espacio público y de la superioridad y perdurabilidad de sus
materiales. La relación que proponen estas obras de Contreras deviene inmensa a
partir de la memoria atesorada en algún abrigado y silente lugar[4]. Desde ese recinto, cada pieza
es capaz de suscitar coincidencias afectivas que son susceptibles de hacerse
colectivas al convidar al sentipensamiento[5] del arraigo y el vínculo
con la tierra, con lo más honesto del trabajo con lo primigenio.
Estas obras, que no han sido hechas con
una explícita carga de intención antimonumental, aún así se pueden ubicar en un lugar
contrario al de los “trofeos culturales de los victoriosos” de los que habló
Walter Benjamin. Hacen una reelaboración del sentido y el valor de lo que es
patrimonial, puesto que hay aquí una propuesta de construcción de
subjetividades – aunque desde un silencio apacible, sin alaridos ni arengas – que
hace patentes cargas culturales que han sido históricamente menospreciadas.
Las
otras obras
Piezas hechas de latones llenos de
la pátina dejada por historias anónimas y ocultas, recogidos en algún lugar,
alguna montaña, donde quedaron abandonados tras su desuso[6]. Piezas hechas sin
pretensión alguna de “gran arte”, dejan que se escuchen las voces viejas de una
percepción de lo real que la modernidad ha relegado.
En ellas los cuentos de aparecidos y
espantos, brujas, criaturas fantásticas del bosque, locos e infiernos contados
por la abuela o la madre del artista, toman cuerpo a imagen y semejanza de
aquellas palabras escuchadas en la infancia.
Mitos, leyendas, cuentos del campo, lo
telúrico, el misterio venido de lo más profundo de la tierra resuenan. La
naturaleza, sus habitantes y sus fenómenos son imaginados desde otra
perspectiva, una que hoy relacionamos con la superstición y el pasado, pero
también, una que hace resistencia a las explicaciones cerradas, hechas desde el
conocimiento judeocristiano y moderno para ofrecernos claves diversas de
lectura y solución ante lo que somos y queremos ser.
Vuelo
nocturno
Pesados palos de café entrecruzados
y sostenidos por una base del mismo material y atada con cabuyas, todo teñido
con una tinta rojiza, parecen elevarse, conectando al espectador con el
misterio sugerido por las otras obras,
retornándolo al sobrevuelo de ráfaga cercano, frío y sonoro de las brujas en
medio de la noche. Vuelo Nocturno es
el título otorgado por el artista a la única escultura presente en la
exposición, y con ella se cierra y reabre el recorrido.
En mi caso, no puede ser de otra manera, nunca me
despedí de la vida sencilla en que nací y crecí, más bien me convertí en
un celoso vigilante para que el tiempo y la azarosa vida de hoy no la
devoraran. Mi casa, la que habité con mis padres y hermanos, siempre estuvo
llena de esa ingenuidad y torpeza que se encuentra en una buena parte de
mi obra.
Franco
Contreras[7]
Lo primario aquí
es lo elemental en la vida, lo despojado de lo superfluo y sus excedentes, es
también lo nuevo, lo recién nacido, lo que se acaba de descubrir y, al mismo
tiempo, es lo más antiguo, lo que origina, lo creado de donde parecía no salir
nada. Obra primera se puede interpretar como siempre un comienzo, entonces todas
son la primera obra, y obra comprendida como el conjunto de trabajos creados
por un artista a lo largo de su trayectoria, pero siempre primera, exploratoria
y sin mayúsculas.
Lo primario en
la obra de Franco Contreras está liberado de todo exotismo e idealización
(surge de las complejidades de la vida del artista), invita a revisar la idea
de respeto hacia un entorno natural y sus señales indescifrables y hace un
llamado a la memoria familiar, cercana. Desde sus invenciones simbólicas, este
artista logra despertar la mirada hacia aquello que no es evidente (como el
propio artista planteara hace pocos años) aunque se encuentre allí, ante
nuestros ojos.
Albeley Rodríguez
Caracas en febrero
de 2013
El artista escribe
sobre “las otras obras”
Quisiera decir algo sobre una parte de esta muestra, para algunas personas
puede resultar incomoda y extraña: las imágenes en lámina de zinc.
Yo nací y
crecí de cara al campo, aun cuando siempre viví cerca de pueblos y pequeñas
ciudades. Por eso no soy campesino pero
tampoco diría que soy de la ciudad. Esta circunstancia, que no deja de
ser un simple accidente de la vida, explican un poco mi inclinación a sentir y
ver desde los bordes, desde las orillas.
Desde niño fui a la escuela y continuamente
estuve en contacto con lo que iba sucediendo en la vida, sin embargo en el
interior de mi casa se vivía en otros tiempos y en otros lugares. Los años
pasaban frente a mi casa pero no entraban, solo dejaban sus marcas en el lógico
envejecimiento de los que adentro vivíamos. Sobre todo mamá, campesina
analfabeta, nunca se despidió del mundo duro, ingenuo y fantástico en que había
nacido y crecido. Era habitual ver en sus ojos la angustia y el asombro que
ella sentía ante los cambios ordinarios
de la existencia. Por eso a medida que fue declinando su vida, un montuno
silencio se fue haciendo su manera de vivir. Nunca dejo de hablar sola, parecía que
mascullara algo que no podía tragar.
Recuerdo
que cuando casi adulto leí “El Paraíso
Perdido “,que el poeta inglés Juan Milton (1608- 1674), había escrito hacia mas
de cuatro siglos, me sorprendió la enorme semejanza que tenía con la versión
que mamá aseguraba era la explicación real del nacimiento del hombre y que yo
hacia apenas unos años daba por veraz.
Cuando
Albeley Rodríguez, la gentil curadora de esta exposición, me propuso en mi casa
mostrar algunas de estas figuras, sentí una extraña pero agradable sorpresa,
pues nunca había pensado que aparte de mí, estas figuras, tuvieran para otras personas
interés alguno. Las fui haciendo con la única intención de guardar en material, ese tesoro que por
fortuna encontré en mis primeros años y que como todo tesoro tiene la marca
indeleble del mundo infantil. Sé
que no tienen ningún rigor técnico ni plástico, pero, como me decía Albeley, revelan
un mundo paralelo que de alguna manera
alimenta la otra obra, la que exponemos como más cercana al arte.
Fueron
muchas las noches que oí y sentí las brujas sobre el techo de mi casa, aun recuerdo claramente mi terror ante sus
insistentes llamados y carcajadas sin que ninguna explicación ni amenaza me
hiciera entender que eran maullidos de gatos enamorados. Pero cuando un
murmullo de voces se escuchaba detrás de
la casa, como si rezaran, mama me decía,- son las animas, seguramente alguien
de por aquí se va a morir, hay que aprontarse.
Con mis propios ojos vi pasar agresivo y veloz, por detrás de las matas
de cambur, el
perro infernal y nunca me dejaron ir solo al monte a buscar leña, para no
tener que enfrentarme indefenso, a los árboles del bosque que se movían
con sus insólitos habitantes.
Casi
todas las figuras que aquí se muestran tienen su naciente en mis primeros años, por eso ahora son
extemporáneas y motivan a la curiosidad, pues muchas de las figuras solo
muestran la mirada simple y brutal, liviana y elemental de un
ambiente inocente y primitivo.
Todo ese
mundo lleno de voces, criaturas y ademanes del pasado los viví y por
muchísimos años sentí como propios de la realidad, al final una buena parte de
todo eso se quedo conmigo, tanto que aun
hoy un hielito recorre mi cuerpo cuando, en algunas noches, detrás
de la casa pareciera que rezaran.
Franco Contreras
Mérida, Septiembre de 2012
Realizó estudios en
Se ha desempeñado como docente en la
misma universidad. En la actualidad es profesor de las cátedras de Historia del
Arte I e Historia del Arte Contemporáneo. Fue profesor en la Facultad de Arquitectura
y Arte (1990-2004) en las asignaturas de Expresión tridimensional I, Expresión
tridimensional II y Acercamiento al Arte, también dictó la cátedra de Historia
del Arte Venezolano en el antiguamente llamado Centro Universitario de Arte
(CUDA, 1981-1990).
Además fue director de la Unidad de Artes Visuales y
Diseño Grafico (UNAVID, 1987-1989) y director de la Galería de Arte La
Otra Banda (1989-1992), perteneciente a la Dirección General
de Cultura y Extensión de la ULA.
Colectivas
2005 Antesala a la
Feria Internacional del Arte FIA, Centro Cultural
Trasnocho, Caracas, Venezuela.
2004 Invitado Especial Acto Segundo,
Galería La Otra Banda ,
Universidad de los Andes, Mérida-Venezuela.
2004-2005 Lisi Moreno: Fotografías / Franco
Contreras:
Dibujos. Alianza Francesa de Mérida-Venezuela.
2003 Arte venezolano del siglo XX. La Megaexposición ,
Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, Venezuela.
2001 Colectiva
Artistas Invitados ECLAT,
Marsella-Francia
2001 XXI Salón de Arte Nacional de Aragua, Museo de Arte
Contemporáneo de Maracay Mario Abreu, Maracay, Venezuela.
1998 Invitado especial
al Premio Coca-Cola, Caracas-Venezuela
1997 Primera Bienal de Arte FUNDENE,
Ámbitos del Encuentro,
Museo de arte Contemporáneo Francisco Narváez, Porlamar,
Margarita-Venezuela
1997 La Invención de la Continuidad (XX Aniversario de la Galería de Arte Nacional -GAN), Caracas-Venezuela
1997 Premio El Merito,
Museo de arte Contemporáneo del Zulia, Maracaibo-Venezuela
1996 Alegorías del Jardín de las Delicias, Museo Alejandro
Otero, Caracas-Venezuela
1996 Echange Artistique International, Marsella, Francia
1995 LIII Salón de Arte Nacional Arturo Michelena, Valencia,
Venezuela
1995 XX Salón de Arte Nacional de Aragua, Museo de Arte
Contemporáneo de Maracay Mario Abreu, Maracay, Venezuela
1994 XIX Salón de Arte Nacional de Aragua, Museo de Arte
Contemporáneo de Maracay Mario Abreu, Maracay, Venezuela
1993 Primer
Salón de Artistas Merideños, Galería la Otra
Banda , Mérida, Venezuela.
1993 XVIII Salón de Arte Nacional de Aragua, Museo de Arte
Contemporáneo de Maracay Mario Abreu, Maracay, Venezuela
1993 VI Bienal
Nacional de Dibujo, Museo Alejandro Otero, Caracas, Venezuela
1993 II Bienal
de Artes Plástica de Mérida e Internacional del Pacto Andino, Mérida, Venezuela
1989-1990 miembro de la AV.A .P. Mérida, Venezuela
Individuales
2013 Obra Primera XII, Museo de Arte Contemporáneo, Caracas – Venezuela.
2012 Obra Primera XI Galería La
Otra Banda. Mérida-Venezuela.
2010 Obra Primera X Librería La Ballena Blanca.
Mérida-Venezuela.
2009 Obra Primera IX Galería de Tovar, Mérida-Venezuela.
2006 Obra Primera VIII Fundación Centro de
Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. CELARG, Caracas- Venezuela.
2004 Obra Primera VII. Galería ARTKITECT,
Facultad de Arquitectura y Arte Universidad de Los Andes, Mérida –Venezuela.
2001-2002 Obra Primera VI.
Museo Juan Astorga Anta, Centro Cultural Tulio Febres Cordero. Mérida-Venezuela.
1997 Obra primera V. Centro de Bellas Artes.
Maracaibo-Estado Zulia, Venezuela.
1996 Obra Primera III. Museo Juan Astorga
Anta, Centro Cultural Tulio Febres Cordero. Mérida-Venezuela.
1996 Obra Primera IV. Museo José Lorenzo de
Alvarado. Tovar, Mérida –Venezuela. 1994 Obra
primera II. Sala Mendoza, Caracas-Venezuela.
1992 Obra Primera I. Galería Le Imaginaire,
Alianza Francesa, Mérida-Venezuela.
Premios y
reconocimientos
1993 Gran
Premio II Bienal de Artes Plásticas de Mérida e Internacional
del Pacto Andino, Mérida, Venezuela;
1993 Mención
VI Bienal de Dibujo, FUNDARTE. Caracas, Venezuela;
1993 II
Premio de Escultura Salón de Arte Nacional de Aragua,
Venezuela;
1994 Primer
premio de Escultura, Segundo Salón de Artes Visuales Ciudad de
Mérida, Venezuela.
[1] Según esta mentalidad, la innovación tecnológica avanza
hacia el control absoluto de la naturaleza y las culturas “otras” asociándolo,
estratégica y normalizadamente, al incremento de la calidad de vida pero, sobre
todo, a la velocidad productiva de la humanidad. Este modelo asume que la
naturaleza es una propiedad de aquel que se impone, y un bien que hay que
dominar hasta doblegar sus condiciones amenazantes. Esta perspectiva
supone profundas asimetrías que generan pobreza extrema en las regiones más
ricas en recursos y desplaza conocimientos ancestrales bajo el discurso
desarrollista que se justifica investido por la creencia de que los efectos
secundarios del progreso y su tecnología moderna (agresiones al entorno,
contaminación avasallante, industria armamentista, la uniformidad en aras a la
eficacia, destrucción de pueblos y culturas, etc.) son necesarios.
[2] Roberto Guevara, “El
Nacional”, agosto de 1994
[3] Una discusión que
reconocemos con interés y que dialoga con los planteamientos de artistas como
Gego.
[4] El profesor Patricio
Guerrero ha planteado sobre este tema que “La memoria es una construcción
social del significado, esto explica el porqué las cosas importan a la gente y
porqué recuerda unos hechos y olvida otros, y porqué hablamos sobre ellos; la
memoria, por tanto es responsable no solo de nuestras convicciones sino,
también, de nuestros sentimientos, de ahí la importancia de ver la dimensión
afectiva de la memoria.” Usurpación
Simbólica, identidad y poder, (2004), Quito, UASB/ Abya Yala/ Corporación
Editora Nacional, p. 13
[5] Eduardo Galeano
apunta sobre este término que los
indígenas wayuu en su idioma, el wayúnaiki, no tienen las palabras pensar y
sentir, sino una palabra que se traduciría como sentipensar y que describiría la
facultad de reunir el alma al cuerpo y la razón al corazón: “Sabios doctores de Ética y Moral han de ser
los pescadores de la costa colombiana, que inventaron la palabra sentipensante
para definir al lenguaje que dice la verdad” Celebración de las bodas de la
razón y el corazón en: Eduardo Galeano, El libro de los abrazos (1993), Madrid, Siglo XXI Editores, p. 89.
[6] El artista acotaba
en un texto suyo que su padre le había enseñado el valor múltiple de las cosas
: “Mi padre tenía la maravillosa habilidad de verle a todo una segunda y
tercera posibilidad, de buscarle a cada piedra y a cada palo el preciso
acomodo, el más útil y el más placentero. Por ahí me fui metiendo y poco a poco
encontrando la presencia de miles de relaciones de espacios, líneas, vacíos y
situaciones que casi mudas e imperceptibles se guardaban en poderosa
existencia; era un mundo que se me iba revelando, un inmenso mundo en
movimiento que a cada instante me sorprendía”. Franco Contreras, Obra
Primera II, Publicación de la exposición (1994), Caracas, Sala Mendoza.